San Isidro: la belleza de una Catedral con líneas esbeltas que apuntan hacia el cielo

La Catedral de San Isidro se levanta en el corazón del casco histórico del municipio frente a la tradicional Plaza Mitre, ubicada en Avenida Del Libertador al 16200, en la ciudad de San Isidro. Un 6 de octubre de 1895 se colocó la piedra fundamental del templo actual. El 14 de mayo de 1898 se celebró en él la primera misa, dándose por concluidas las obras y consagrándolo el 20 de octubre de 1906. Pero, la historia de la Catedral se remonta a finales del siglo XVII. Allí, en el predio que ocupa la catedral se había levantado un lugar de culto, un rancho de adobe con techo de paja, levantado en 1694 por Domingo de Acassuso, con la existencia de vagas referencias históricas. Años más tarde, el 14 de octubre de 1706, el mismo Acassuso creó aquí una Capellanía en honor de San Isidro Labrador, donando para ello una fracción de terreno de unos 260 metros de frente sobre el Río por 5.000 m. de fondo. Esta fecha es considerada como la de fundación de este pueblo y ciudad. Dos años después, se levantó una primera Capilla de ladrillos y techo de tejas, de exiguas proporciones, en 1708, siendo su sacerdote el Pbro. Fernando Ruiz Corredor, quien vivía en un rancho. Unos años más tarde la Capilla se transformó en sacristía de un templo más grande. Tras varios intentos en que los muros y techos se derrumbaron, fue inaugurado el 24 de abril de 1720. En 1730, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires lo transformó en sede parroquial. Subsistió hasta 1895, pero fue necesario demolerlo porque su estado calamitoso amenazaba con el derrumbe.


El 6 de octubre de 1895 se colocó la piedra fundamental del templo actual. El 14 de mayo de 1898 se celebró en el templo la primera misa, dándose por concluidas las obras y consagrándolo el 20 de octubre de 1906. El actual edificio ocupa una superficie de 1.300 metros cuadrados, mide 60 metros de largo por un ancho de 18,50 metros, que en los cruceros llega a los 29 metros. La altura interior es de 19 metros y su torre alcanza los 68,65 metros. Los arquitectos de este templo de estilo neogótico fueron Jacques Dunant y Charles Paquin; Pedro Biasca y sus hijos fueron los constructores. Una Comisión Central, con el asesoramiento del ingeniero Santiago Brian, dirigió la obra y una de Damas se encargó de recaudar los fondos necesarios. Sus nombres de perpetuaron en una placa de bronce.

En la parte superior de la torre hay seis campanas: dos de menor porte fueron colocadas en 1902, una de ellas da las horas y la otra está actualmente inactiva. El párroco Agustín Allievi (1912-33) adquirió otras cuatro de mayor tamaño, hechas en Londres por la casa Gillet y Johnston, con un peso total de unos 5.000 kilos, la mayor de 1.800 kilos, la menor de 800 kilos. Fueron bendecidas el 8 de diciembre de 1923, instaladas el 5 de febrero de 1924 y se echan a vuelo en las grandes fiestas. Poco más abajo, la torre ostenta un reloj de cuatro esferas colocado en 1902. El mecanismo es el original, hay que darle cuerda todas las semanas, funciona con contrapesos y se mantiene en perfecto estado. El 8 de junio de 1957 se creó la Diócesis local. El 10 de octubre de 1963 fue declarada Lugar Histórico Nacional mediante el Decreto 9.226.

El exterior

El estilo se caracteriza por sus líneas esbeltas que apuntan hacia el cielo. Al respecto, el Presbítero Pedro Oeyen, párroco de la Catedral, escribe en el sitio web oficial, "el estilo neogótico surgió a fines del siglo XVIII y se usó hasta principios del XX. Retomó las formas del gótico, utilizado en Europa entre los siglos XII y XVI, pero con materiales y técnicas modernas. Se caracteriza por sus líneas esbeltas que apuntan hacia el cielo, como invitando a elevar la mirada a Dios. Las paredes macizas son reemplazadas por vitrales que generan un ambiente interior propicio a la oración. La planta de este templo tiene forma de cruz latina en tres naves y un ábside circular. En la parte posterior está adosada la casa parroquial en el mismo estilo".


Y continúa el relato, "unas décadas más tarde se construyó un sótano, que luego fue transformado en salón parroquial, bajo el atrio del lado del Río. En 1965 se añadió la Capilla del Santísimo y algunas dependencias para la casa parroquial. En la reciente restauración se procuró que las partes añadidas se diferenciaran visualmente mediante materiales distintos o con diferente tratamiento del original. Los techos eran de pizarra, material frágil y quebradizo, que al romperse producía frecuentes filtraciones que dañaban interior y estructuralmente al edificio. El de la iglesia y casa parroquial fue cambiado por uno de cobre en 1952, el de la torre por tejuelas metálicas en 1992".



Finaliza el párraco Oeyen que, "en 1965 muchas de las partes ornamentales exteriores se habían caído y otras amenazaban hacerlo, por lo cual todas fueron eliminadas, quitándole gran parte de su belleza. En la restauración se repusieron más de 400 elementos, reconstruidos a partir de antiguas fotos, recuperándose así las formas originales. Algunos caben en la palma de una mano, otros pesan más de 3.000 kilos. Vale la pena circular con tranquilidad en torno a la Catedral y admirar los múltiples detalles que la convierten en una de las más bellas del país, recordando que la belleza es uno de los atributos del Creador y que vestigios de ella se pueden hallar en todas las cosas".


El interior


Al entrar en la Catedral se puede apreciar la belleza y grandiosidad de sus formas, resaltadas por la reciente restauración. A ambos lados de la puerta principal se encuentran dos pilas de agua bendita en mármol de Carrara con estilo neogótico, se hicieron en 1901 en el Taller de escultura de Víctor Bustelli, de Buenos Aires, cuando el Padre Enrique Potestá era párroco (1898-1901). Para gozar plenamente de ella es indispensable tener en cuenta que su arquitectura está pensada para que todo ayude a la fe. 

El párroco de la Catedral escribió en la página, "la forma de cruz del templo identifica al pueblo orante con Cristo que se ofreció al Padre. La altura interior invita a elevarse hacia Dios. Los vitraux generan un clima propicio a la oración y sus imágenes nos llevan a desear compartir el cielo con Jesús, la Virgen y los santos (para comprender mejor su significado recomendamos el folleto sobre dichos vitraux). En la restauración se quiso facilitar la participación de los fieles en las funciones litúrgicas. Por eso se reubicó el altar central, se renovó la iluminación, el sonido, etc."

"Originalmente el templo contaba con gran cantidad de imágenes, colocadas casi todas en los retablos de los altares. Entre ellas había varias de Jesús, la Virgen y muchos santos. En esa época el sacerdote celebraba la Misa en latín y de espaldas al pueblo, que mientras tanto rezaba el rosario, el Vía Crucis y diversas prácticas devocionales en honor de los santos. El Concilio Vaticano II (1962-65) reformó la liturgia y estableció que el número de imágenes no debía ser excesivo y la disposición debía guardar un justo orden, que no hubiera más de una de cada santo, ayudaran a la piedad de la comunidad y no distrajeran la atención en las celebraciones", expresa el párroco.

Esto llevó a que se eliminaran la mayor parte de las que había en este templo. Varias fueron donadas a iglesias pobres del interior y sólo quedaron las más importantes. Con la restauración se les dio una mejor ubicación y mayor relieve para favorecer la devoción de los fieles. Para costear los bancos de cedro, el Párroco Viacava (1904-11) organizó una Comisión especial compuesta por las señoritas de Alfaro, Tracers, Arana, Bilbao, Verduga, Pirán, Obarrio, Malbrán, Anchorena, Pietranera, Wilken, Beláustegui, Miguens, Folco, Rolón, Sánchez, Cantilo, Lezica, Martín y Omar, Giménez y Beccar Varela. Los confesionarios, también de cedro, fueron donados por Carolina Marcó de Arana, Juana y María de Anchorena.

En el fondo del templo, a la derecha hay una magnífica imagen del Sagrado Corazón. Es una talla de madera policromada de 2,53 metros de altura, "en ella parece resucitado, con las llagas de los clavos en las manos y los pies, en el centro de su pecho, el corazón herido y encendido en llamas de amor está rodeado por la corona de espinas y coronado por la cruz"; fue donada en 1901 por Mercedes Aguirre de Anchorena y adquirida en la casa Raffl, de París, Francia. Actualmente se apoya sobre una base hecha con partes de los antiguos altares. 

En una pormenorizada descripción del interior de la Catedral, el párroco Oeyen señala que "es común que las imágenes de los santos miren al cielo, en cambio las del Sagrado Corazón y de la Virgen suelen mirar hacia abajo. En ésta los ojos están alineados de tal manera que hay un punto, cercano a la gran pilastra del templo, donde parece que estuviera mirando a los ojos al que está ante Él. Este detalle conmueve a muchos devotos. En el retablo, a ambos lados del Sagrado Corazón, hay dos ángeles, de 1,30 m. de altura, de yeso policromado, con incrustaciones de vidrios de colores. Tienen el mismo origen que la imagen central, fueron donados por la misma persona y antes estaban en el altar mayor. Una peculiaridad digna de ser señalada por ser poco común, es que uno de ellos, con las manos abiertas sobre el pecho, tiene rasgos femeninos y el otro con las manos juntas, es más masculino. Junto al retablo, a la derecha, se puede observar la magnífica escalera que lleva al coro y a la torre, hecha en pino tea y cedro. Su eje central es un tronco macizo 10,50 m. de altura; la baranda artísticamente torneada acompaña el ascenso. El retablo con las placas históricas se encuentra al fondo, a la izquierda de la entrada principal. Antes estaban en el nártex y en el frente del templo".
 
Sobre las naves laterales, el párroco expresa que "las guardas del piso con forma de hojas de vid recuerdan que Cristo es la vid verdadera y sus discípulos los sarmientos; encontramos este mismo motivo ornamental en las bóvedas de los techos, la parte superior de las paredes y el friso exterior. El Vía Crucis es una práctica piadosa que consiste en acompañar a Jesús en su pasión y muerte. Se medita su paso por ese camino que lo llevó al Calvario, deteniéndose, rezando y cantando. Probablemente esta devoción nació entre los peregrinos que visitaban Jerusalén y recordaban los lugares que recorrió el Señor. Con el tiempo, el Vía Crucis se organizó en 14 estaciones o momentos en los que hay que detenerse. En nuestra Catedral, los cuadros que las representan fueron ejecutados al óleo por Giúdici, tienen 1,10 m. de alto por 0,51 m. de ancho. Sus marcos neogóticos de nogal, de 2,07 m. de altura por 0,82 m. de ancho, fueron restaurados y son admirables. Merecen ser contemplados al realizar esta práctica piadosa. Han sido donados en 1901 por Mercedes Aguirre de Anchorena".
 
Acerca del presbiterio, el Presbítero Oeyen dice que "sus elementos principales son el altar, el ambón y la sede, que en el caso de las Catedrales se duplica: una para uso exclusivo del Obispo y otra para los sacerdotes. El altar significa a Cristo, por eso merece siempre honor y reverencia. Es a la vez el ara donde se renueva en cada Misa el sacrificio de la Cruz y la mesa festiva de la Última Cena de Jesús con sus amigos, donde Él se hace presente bajo las especies de pan y vino. El 20 de octubre de 1968 se consagró el actual, colocándose en su interior reliquias de San Isidro Labrador y de los mártires Atanasio, Máximo, Adeodato y Honesta. Las tres primeras estaban en el altar mayor original, las otras dos fueron añadidas en esa ocasión. Es de piedra tallada proveniente de la Sierra de los Padres, hecho a medida, de 1,03 m. de altura y 3,00 m. de largo por 1,20 m de ancho. El material recuerda los altares donde se ofrecían sacrificios en el Antiguo Testamento, su forma remite a la cena fraternal en la que todos rodean la mesa". 

"El ambón es el lugar donde se proclama la Palabra de Dios. Su propósito no es meramente funcional sino simbólico, ya que recuerda a los fieles que en la misa hay una doble mesa: la de la Palabra y la de la Eucaristía. Para destacar su importancia debe estar separado del altar y cercano a los fieles. El actual, de madera tallada, se colocó en 1985. La sede es el lugar donde quien preside la celebración, realiza los ritos iniciales y conclusivos. La episcopal debe destacarse; por eso está sobre una tarima y es un poco más grande que la otra. Tiene 1,60 m. de altura, mientras que la diaria mide 1,40 m., ambas son de madera tallada y lustrada, con algunos adornos dorados y asiento tapizado. Pertenecían a la sede episcopal hecha en 1957, cuando esta iglesia se transformó en Catedral", prosigue el párroco.

Señala sobre el Cristo, "suspendido sobre el altar se encuentra el Cristo Pascual, de 1,80 m. de altura y 1,66 m. de ancho en los brazos abiertos, talla en madera de cedro paraguayo, obra del escultor argentino Diego Curutchet. Fue diseñado en 1985 para ser colocado en este lugar. La imagen representa el misterio pascual de Jesús, por el que pasó de la muerte a la vida. La cruz, los clavos, las espinas, llagas y la sangre recuerdan su muerte. La posición erguida, el cuerpo vigoroso y los ojos abiertos con una mirada que se pierde en el infinito, significan su resurrección, triunfo definitivo sobre la muerte, el dolor y el pecado. La simplicidad general de la figura busca que el que la contempla se centre en el rostro y en la mirada de Jesús, que conoce y ama a cada uno de los que se acercan a Él. Su ubicación en el templo muestra que estamos ante el misterio central de nuestra fe, que se renueva en cada Eucaristía".
 
El ábside: en las paredes laterales se encuentran las imágenes de Nuestra Señora del Carmen y San Isidro Labrador -es el patrono de la diócesis, parroquia, partido y ciudad-. La imagen tallada en madera, de 2,06 m. de altura, fue hecha en 1967 en Madrid, "sigue los parámetros de la imaginería religiosa contemporánea, en la que los personajes son representados con mayor fidelidad a los datos históricos. Por eso viste un sencillo traje de campesino y lleva un atado de espigas de trigo en sus brazos; la mirada elevada a lo alto indica que era hombre de oración", sostiene el párroco en el artículo publicado en el sitio web. Dice acerca de Nuestra Señora del Carmen que "en las imágenes se la representa con el Niño en brazos y vestida con el hábito distintivo de la orden, teniendo en la mano un reducción del mismo: el escapulario, es decir, dos pequeños trozos de tela unidos entre sí por cintas. Quienes lo llevan, confían que su maternal intercesión los librará del purgatorio". 

En el centro del ábside, según el relato del párroco de la Catedral, "se encuentra una evocación hecha con partes de los antiguos altares. Habían sido construidos durante el curato de Padre Andrés Iturburu (1901-1904), en cedro revestido de nogal italiano por José Bosia en el taller de ebanistería llamada “La Artística”, de Buenos Aires. El mismo ebanista hizo también los bancos, confesonarios, marcos de las estaciones del Vía Crucis, credencias, el pie del Cirio Pascual y el púlpito. En cambio, Carlos Cascarini hizo el altar de la Inmaculada. Todos ellos fueron donados por distintos feligreses. A ambos lados de la evocación, sosteniendo los floreros, se encuentran las credencias en estilo neogótico, que originalmente estaban a los costados del altar mayor. A su pie está la piedra fundamental del templo. Es de piedra maciza con una cavidad interior, fue labrada a mano y sus ángulos están facetados. Había sido colocada solemnemente el domingo 6 de octubre de 1895. Realizando tareas de restauración de la Catedral, se la encontró el 22 de mayo de 2007, dentro de un nicho abovedado de un metro cúbico hecho con ladrillos revocados, en el centro del antiguo presbiterio, a un metro de profundidad y a los pies de la tumba de Monseñor Aguirre". 
   
La Capilla del Santísimo se agregó a la Catedral en 1965, es un lugar de silencio y oración personal ante el Señor presente en la Eucaristía. Pero también allí se hacen celebraciones para grupos reducidos, las misas diarias matutinas, algunos casamientos, bautismos. En la página oficial se afirma que "inicialmente se optó por un estilo similar al resto de la Catedral, pero sin guardar las mismas proporciones e incluyendo elementos propios de la reforma litúrgica que estaba en marcha. En los años siguientes se le hicieron diversas modificaciones. Para favorecer el clima de oración, los colores son cálidos en todo el ambiente y las puertas de cerramiento automático aíslan la Capilla de ruidos y paseantes. Los vitraux recuerdan que el centro está en la Eucaristía, que actualiza el misterio de la cruz y cuya luz se derrama sobre el mundo, representado por un círculo exterior. El Cristo Crucificado es una talla de madera de 1,63 m. de alto y 1,26 m. de ancho en los brazos. Se destaca el cuerpo del Señor con el rostro vuelto al cielo, como si estuviera diciendo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". 

El baptisterio, para el párroco Pedro Oeyen. "tiene un carácter significativo, aun cuando muchas veces por motivos prácticos las celebraciones de los bautismos no se hacen allí. Es el recuerdo permanente del primero de los sacramentos que reciben todos los cristianos. La Pila Bautismal, hecha en mármol de Carrara en estilo neogótico, y el vitraux, que representa a Juan Bautista bautizando a Jesús en el río Jordán".

Los Vitraux de la Catedral

 
Afirma el párroco Oeyen en su escrito, "los de la planta alta son de origen francés y alemán, hechos entre 1898 y 1910, salvo los dos que están junto al órgano. Los de la planta baja son nacionales con partes importadas. Observándolos atentamente vemos que fueron fabricados y colocados por grupos. Entre los franceses están el Cristo del ábside, los doce apóstoles y los de los cruceros (lado Norte), hechos por J. A. Bergés, de Toulouse y los que están en los extremos de los cruceros, por Collet y Pasquié en 1902. Entre los alemanes, los doce de la nave central que están más cerca de la puerta principal (seis de cada lado), fabricados por Mayer y Cia, de Munich. Otros, como los que están más cerca del altar en la nave central (franceses), el del Baptisterio y el rosetón principal, no están aún identificados. Se fueron colocando a medida que se obtenían los fondos necesarios y a lo largo de varios años, lo que explica que se haya acudido a diferentes talleres. En algunos está el nombre del fabricante, pero en general no figuran". 

A lo largo de cien años habían sufrido distintos deterioros. Paños enteros, al desprenderse de sus marcos y caer, se destruyeron. A otros les rompieron partes con pedradas, tiros y descuidos. En el trabajo sobre los vitraux de la Catedral, el párroco Pedro Oeyen manifiesta que "al iniciar la restauración del templo fueron examinados por especialistas. Dictaminaron que su estado era crítico. Esto obligó a desmontarlos completamente y restaurarlos parte por parte. Los marcos de hierro que los sostenían estaban en muy malas condiciones. El óxido presionaba sobre ellos y hacía que se curvaran. Al mismo tiempo, esto impedía que las ventanas se abriesen, con lo cual no se podía ventilar el templo. Las aberturas fueron totalmente lijadas con piedra esmeril, tratadas con pinturas especiales y se mejoraron los sistemas de apertura y cierre. Los vidrios de protección, que en parte faltaban, estaban rotos o deteriorados por el paso del tiempo, fueron totalmente reemplazados por otros más resistentes". 

Concluye el párroco, "la antigua masilla, endurecida, rajada y en pésimo estado, fue eliminada y reemplazada por adhesivos de última generación. Los vitraux mismos tenían el plomo en muy mal estado. Hubo que cambiarlo y volverlos a armar. Muchos estaban sucios y manchados con pintura. Todos fueron limpiados y se reemplazaron los elementos irrecuperables. Los paños caídos, en algunos casos, habían sido reemplazados por vidrios pintados, que disimulaban la ausencia del vitraux. En otros, se habían hecho reparaciones incorrectas, sin respetar el dibujo original o con materiales no horneados. Cada uno de estos problemas fue estudiado, se buscó la mejor solución y se corrigió. Sin duda, la empresa que tuvo a su cargo el trabajo, lo hizo a conciencia y hoy podemos gozar de un conjunto en óptimas condiciones".


Antes de concluir la recorrida por la Catedral de San Isidro,  desde el ábside el visitante puede contemplar el histórico órgano, de la prestigiosa marca francesa Aristides Cavaillé-Coll, fabricado en 1906 y bendecido por monseñor Terrero el 6 de enero de 1907. La historia cuenta que fue el párroco Juan Pedro Viacaya logró que un amigo adinerado, amante de la música y compositor de obras sacras, el Dr.José León Gallardo donara el órgano que fue construido a medida para el tempo sanisidrense, a un costo de 20.000 francos franceses, y anteriormente había donado un órgano de la misma marca a la Basílica de Luján. San Isidro muestra con orgullo la restauración de su Catedral, tarea realizada entre los años 1999 y 2009, en una puesta en valor edilicia que también incluyó sus imágenes, elementos litúrgicos y ornamentales. Un lugar de oración y de recogimiento espiritual para los creyentes, abierto a la comunidad para contemplar la belleza de su arquitectura y del arte sacro, en un sitio histórico que forma parte del patrimonio de la Argentina.  

Álbum de fotos del paseo disponible en: Catedral de San Isidro

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